Érase un niño a una pantalla pegado
Están por todas partes. En los parques, en los autobuses, en los restaurantes, en las escuelas y en nuestras casas. Seguro que los has visto muchas veces. Y aunque te gustaría no verlos, ahí están: niños pegados a una pantalla.
Estas escenas, que ya se han convertido en cotidianas, producen en algunos adultos una sensación de inquietud porque perciben que ofrecer a un niño pequeño un móvil para que se entretenga, no es el camino para que se desarrolle adecuadamente. Los niños necesitan explorar el mundo y estar en contacto con la naturaleza. Es obvio que una pantalla no les brindará esa experiencia.
Entonces, los adultos debemos hacernos la incómoda pregunta de por qué le damos a un niño que apenas camina un dispositivo que emite luces, sonidos e imágenes en continuo movimiento. ¿Es eso algo bueno para los más pequeños? Ante esta cuestión habrá diferentes posiciones y sensibilidades. Por ejemplo, puede ser que pienses que ofrecer pantallas a los niños a edades tempranas no es algo perjudicial para ellos; al fin y al cabo, tú también creciste viendo la tele y te consideras una persona normal, sin problemas cognitivos de ningún tipo.
O puede ser que tu sensibilidad sea distinta a la corriente dominante y sientas que niños y pantallas no es una combinación deseable.
Pienses como pienses, y volviendo a la incómoda pregunta que antes te planteaba, ¿por qué crees que muchos adultos ofrecen pantallas a los niños?
Seguro que tú mismo lo habrás pensado alguna vez o lo habrás oído de otros adultos: para que deje de llorar, para que yo pueda descansar, porque es la única manera de que coma, etc.
¿Cómo hemos llegado a este punto?
El estilo de vida que llevamos actualmente nos ha desposeído poco a poco de vivencias y costumbres que nos vinculaban a la comunidad y a una vida más natural. Nuestros ancianos ya no nos cuentan cuentos. Ahora delegan este acto ancestral en un dispositivo tecnológico. Este crudo ejemplo sirve para ilustrar cómo los adultos se han quedado sin recursos para proporcionar a los más pequeños experiencias que les aporten riqueza y que conviertan a su cerebro en un cerebro creativo.
Tomar consciencia del punto en el que nos encontramos puede ser algo desgarrador. Pero es necesario que reflexionemos e intentemos poner remedio a esta situación, si es que todavía estamos a tiempo (y si eres de los que piensan que las pantallas no son buenas para los niños, ¡claro está!).
Y, ¿qué pasa en las escuelas?
Es necesario también señalar que la problemática de las pantallas y los niños no es solamente algo que incumbe a las familias, sino también al sistema educativo. Recientemente se ha aprobado en España el Programa Código Escuela, un proyecto para el que se van a destinar 199 millones de euros solamente para equipamiento tecnológico a partir del segundo ciclo de educación infantil. Es decir, a partir de los tres años.
Este énfasis en digitalizar a la infancia por parte de las instituciones choca frontalmente con las recomendaciones de diferentes organismos del ámbito de la salud, como la OMS y varias asociaciones de pediatría, quienes llevan ya tiempo alertando sobre las consecuencias cognitivas del uso de pantallas a edades tempranas, entre las que se encuentran: disminución del vocabulario, retrocesos atencionales, merma en las competencias lingüísticas, impulsividad, berrinches, alteraciones del sueño, falta de habilidades emocionales o incapacidad de establecer y desarrollar relaciones sociales.
Mi hijo llora cuando le quito el móvil
Según la neurociencia, la sobreexposición a las pantallas crea adicción porque activa en el cerebro mecanismos de recompensa. Es decir, las imágenes en movimiento y los sonidos que emiten los dispositivos tecnológicos producen en el cerebro cantidades importantes de dopamina, un neurotransmisor que nos proporciona placer inmediato. Y dado que al cerebro le gusta esa agradable sensación que le proporcionan las pantallas, cada vez necesita más.
En los dispositivos tecnológicos el cambio de imágenes es mucho más rápido que en la naturaleza, lo que provoca que el niño adicto a las pantallas esté sobreestimulado y que cuando no tiene una pantalla delante la realidad le parezca aburrida. Por eso a veces llora cuando intentamos que apague la tele o que deje de mirar el móvil.
Entonces, ¿la tecnología no es sinónimo de progreso?
Parece ser que no siempre, porque en Suecia han dado marcha atrás en la estrategia de digitalización de las aulas y volverán los libros de texto a las escuelas. ¡Quién lo diría en los tiempos que corren!
La ministra de educación de ese país ha tomado esa decisión después de conocer los resultados del último informe PIRLS, según el cual Suecia ha empeorado un año más sus resultados en la comprensión lectora de sus alumnos. Dotarán a las escuelas con 60 millones de euros para libros de texto.
¿Volverán los libros de texto también a las aulas españolas?
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