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Según la neurociencia, la sobreexposición a las pantallas crea adicción porque activa en el cerebro mecanismos de recompensa. Es decir, las imágenes en movimiento y los sonidos que emiten los dispositivos tecnológicos producen en el cerebro cantidades importantes de dopamina, un neurotransmisor que nos proporciona placer inmediato. Y dado que al cerebro le gusta esa agradable sensación que le proporcionan las pantallas, cada vez necesita más.